A los viejos profesores de materias humanísticas en la Enseñanza Media, víctimas de la incuria de los tiempos digitales y de leyes de políticos y pedagogos resentidos (que en su día fueron –no cabe pensar otra cosa- malísimos estudiantes).
Cómo vender a las almas blandas el hueso del sentido cuando con medios vastos, refinados, infinitos, la época hoza y se reboza en su embolismo ciego. Y cómo proponer a quien no los lleva dentro (y quienes los llevan cada vez son menos) el regalo de la angustia conquistada, la belleza que asesina sin piedad, la pregunta necesaria y sin respuesta. Todo es pedregosa tierra para esta semilla y ni con amor el saber llega.